Desde hace un par de años, cuando llega el buen tiempo, las mariposas gamma toman mi ciudad. Después de haber tenido varios incidentes y alguna taquicardia controlada, decidí nombrarla isecto volador más odiado, depsués de las cucharachas.
Lo peor de todo es que en mi rellano se crea un microclima de lo más propicio para que estos molestos seres nazcan, crezcan, se reproduzcan y mueran a los tres días. Por supuesto es inevitable que en uno de sus vuelos fréneticos alrededor de la luz se metan en mi casa, viajen por mi salón y que se escondan en mi habitación.
El miedo de despertar sobresaltada o que una polilla acampara por mi cuerpo a sus anchas me hizo blindar mi cuarto con mosquiteras a pruebas de insectos. Esto hizo que se convirtiera en una fobia irracional. No soportaba verlas revolotear y tampoco era capaz de pasar cerca de alguna si no estaban tranquilas en su pared.
Hace unas semanas empezaron a nacer las polillas de está generación y la fobia ha desaparecido. Pasé por su lado tranquila, me paré en admirar los dibujos de sus alas e incluso me puse un poco triste al encontrarmelas muertas por la escalera tres días después.
Ahora son mi insecto volador favorito de más de 1 cm.
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